miércoles, 19 de marzo de 2008

Consideraciones sobre el Judas que llevamos dentro

Fuente: ABC Color
En torno a manipular a Jesús y usarlo para los propios fines

Una cosa es pensar que Judas vendió a su maestro Jesús por 30 monedas de plata, apuntando de manera descarada solamente al dinero que podía conseguir, sin importarle nada más que llenar sus bolsillos, y otra es pensar que el discípulo radicalizado en su postura, esperaba un planteamiento más agresivo de Jesús en la manera de hacer presente el Reino de Dios entre los hombres, y decepcionado de su maestro lo traicionó. No podemos conocer en realidad los motivos de Judas, pero no estamos tan lejos de él como creemos.

Para empezar debemos pensar que Judas, como compañero de Jesús, era en principio una buena persona, si compartió con el maestro casi toda su vida pública, si fue convocado por él mismo Jesús que “llamó a los que él quiso, para estar con él y enviarles a predicar” (Marcos 3, 13-19), elegido para ser parte de la selecta comunidad de apóstoles, aquellos a los que Jesús conocía muy bien y llamó por su nombre, no debía el apóstol Judas ser un personaje despreciable.

De hecho los relatos evangélicos nos cuentan los casos de varias personas que fueron llamadas por el mismo Jesús para seguirlo pero que no quisieron, se resistieron, se negaron o dieron excusas y se fueron por su camino. Judas no fue de estos, ya que aceptó la llamada de Jesús y lo siguió.

¿Qué pensar al encontrarnos ante una oposición tan terriblemente violenta como la traición a su maestro? En un extremo está la posibilidad de pensar que el Señor llamó a un perverso personaje para estar en medio de sus amigos íntimos, sabiendo -ya que los conocía a todos- que este venía con intenciones retorcidas y que tarde o temprano acabaría llevando adelante oscuras acciones en su contra. Otra, la que indicamos nosotros, es pensar que Judas en realidad era un hombre de buenas intenciones, como cada uno de los apóstoles (y cada uno de nosotros), y que tenía al lado de su deseo y decisión de seguir a Jesús, un lado oscuro y vil, que decepcionado es capaz de malvender hasta a la propia madre y de traicionar a los ideales más nobles, para satisfacer sus ambiciones egoístas.

SITUACIÓN DE EFERVESCENCIA POLÍTICA

No podemos ignorar que al tiempo de la entrada de Jesús en Jerusalén existía en el pueblo una situación compleja de fuerzas encontradas en un clima de alta tensión. El odiado ejército romano era la fuerza de ocupación militar dominante y ejercía el control político de Israel, a sangre y fuego, con sus cargas económicas a través de pesados impuestos que el pueblo soportaba con creciente descontento y resentimiento.
Los poderes políticos locales, como el de Herodes, eran administraciones utilizadas por los romanos en cuanto eran mediaciones fieles a sus intereses, la relativa autonomía religiosa y jurídica ejercida por la clase sacerdotal desde el templo de Jerusalén, era en realidad tolerada por el poder romano para mantener un orden mínimo en un pueblo difícil de sujetar.

El fuerte nacionalismo, que tenía su centro y expresión fundamental en el templo de Jerusalén, era de hecho una constante amenaza para el poder romano.

Existían grupos de resistencia armada a la ocupación romana, como eran los zelotes, grupo al cual había pertenecido uno de los apóstoles de Jesús (Lucas 6, 15), que impulsaban acciones de guerrilla contra el ejército de ocupación. Barrabas, el que había sido ofrecido por Pilatos a cambio de Jesús, también habría pertenecido a este grupo revolucionario.

UN MESIAS DE BAJO PERFIL

Dentro de la expectativa del pueblo de Israel de hecho latía muy fuerte, y en ese momento de humillación más que nunca, el anhelo de la restauración de un reinado independiente. El Mesías esperado debía liderar una gran ofensiva que sacuda el yugo romano, expulse a los paganos invasores y restituya a la nación su dignidad de pueblo elegido por Dios, soberano y libre, conducido por la ley de la Alianza.
Pero Jesús entrando en la capital montado sobre la cría de una burra según la profecía del Mesías de la paz del profeta Zacarías (9,9), habría hecho apretarse la cabeza a cualquier “jefe de campaña”, ya que esta imagen no era precisamente la que debía proyectar un líder que se plantara como para desmontar el aparato militar romano.

Este modo de presentarse externamente, la prédica y la práctica no violenta de Jesús que llamaba a convertir el corazón a Dios, antes de apelar a las armas, ciertamente no era compatible con la esperanza revolucionaria de un judío medio, un Mesías de tan bajo perfil no alimentaba la perspectiva de encender a las masas para restaurar la nación.

AMOLDAR A DIOS A NUESTROS DESEOS

Dada esta situación cabe pensar que Judas antes de traicionar a Jesús pudo haberse sentido profundamente traicionado por quién había esperado sería el líder de la liberación de su pueblo y posiblemente endurecido y encerrado en su postura, dejó fluir el veneno de su resentimiento en contra de su maestro traicionándolo también él. San Lucas dice “Satanás entró en Judas” (22,3).

Pero este desencanto no fue de ninguna manera exclusivo de Judas, si bien él lo llevó a un extremo terrible, aún después de la muerte y resurrección de Jesús podemos ver a unos discípulos decepcionados regresando a su casa comentando: “Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel” (Lucas 24, 21), más aún, en los relatos de la resurrección, antes de la ascensión de Jesús, los discípulos seguían preguntándole: “Señor ¿Es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?” (Hechos 6, 6).

TOMAR PARTIDO POR JESÚS

Podemos decir que Jesús no consiguió desmontar en toda su vida la expectativa que sus discípulos tenían de su misión salvadora, y tuvo que esperarse la acción del Espíritu Santo para que fueran entendiendo poco a poco que “el Mesías debía padecer para entrar en la gloria del Padre” (Lucas 24, 26).

Un salvador crucificado, un Mesías humillado no era un bocado fácil de tragar para ningún judío que se respete, era necesario despojarse de muchos esquemas mentales, de tradiciones y esperanzas muy arraigadas para poder entender esto, y no digamos ya para identificarse, amar y seguir a un líder de esa clase.

Jesús como buen judío conocía perfectamente este deseo de su pueblo y sabía muy bien lo que esperaban y cómo deseaban que su Mesías les ofrezca la salvación, pero no era esa la manera en que Dios había dispuesto salvar a su pueblo, y Jesús no entró en el juego de satisfacer lo que la gente esperaba, sino de hacer lo que él sentía que el Padre Dios le pedía.

CAMBIAR LA MANERA DE PENSAR

¡Qué difícil es cambiar una mentalidad, una cultura, un modo de pensar! Esta manera de concebir el modo en que Dios “debe” actuar para salvar es tan fuerte, que enredó mortalmente a Judas. Aparentemente si era solamente plata lo que quería, una vez recibida podía tomarla e irse “tranquilo” y lejos con su botín, pero por la manera en que terminó con su vida, evidentemente la plata no llenó el vacío que quedó en él después de la muerte de su maestro. Dice un antiguo canto de estacioneros: “Júda que é tratornado ohecha maestro ruguy ohóma ojejuguy, opytáma desamparado”.

Como nos cuenta San Mateo, Judas “se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata... dijo: He pecado, he entregado a la muerte a un inocente”... (27, 4).
Por lo que parece se arrepintió, pero estaba tan enredado en su maraña, que no pudo ya salir de ella. Esa maraña le impidió dejar su postura empedernida y dejarse conducir por Jesús, o al menos dejarle hacer su camino confiando que sabía lo que hacía. No, sino que se interpuso en el camino de su maestro, complicándose directamente en su muerte, y en esa misma maraña en la que entró, se cerró a la posibilidad de esperar, de dejarse rescatar, dejarse perdonar y sanar, como lo hicieron otros, como cabía esperar de su maestro, que nunca le retiró su condición de amigo (Mateo 26, 50).

Pa’i Alberto Luna Pastore
Jesuita.

albertoluna@tigo.com.py


SEÑOR SANTO TOMÁS

Señor santo Tomás
nde ningo ndereroviái
nde ningo ndereroviái
Ñandejára oikove hague.

Señora Santa Verónica
nde mante rerojahe’o
ehupi nde po ne akâ ári
toro’e ndéve Hesu.

Lune sánto ka’arúpe
okañyhárupima oiko
marte santo ka’arúpe
soldadoitándive ou.

Miércole santo ka’arúpe
hasyetekuéma oñereroî
jueve santo ka’arúpe
colúnarema oñasaingo

Vierne santo ka’arúpe
ojeklaváma ipy ha ipógui
ojeklaváma ipy ha ipógui
como si fuese causado

El mal ladrón dedichado
ako isovérvio iterei
ndogueroviái ni michî
de que era el salvador.

Sábado okanta la gloria
domingo subió a lo cielo.
Por los siglo y de lo siglo
y de los siglos. Amén.

Texto recopilado por el Pa’i Jesús Andrade

de los estacioneros de Benjamín Aceval, Chaco.

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