Lic. Aurelia Colmán de Mascareño
El caso de Mariana
Era una hermosa chica de 16 años y se enamoró perdidamente de un joven de 20 años. Comenzaron a salir juntos por invitación y sugerencias de unos amigos comunes.
El joven pronto percibió el flechazo que produjo en Mariana, y no tardó en proponerle citas y salidas a lugares discretos y concurridos solo por parejas.
Palabras vienen, palabras van, besos aquí, besos allá, Mariana no podía decir no. Pensaba que nadie nunca la amó tanto como aquel joven y se entregó en cuerpo y alma a él.
Pero pronto llegó lo inesperado: Mariana estaba embarazada.
Cuando le comunicó la noticia a su “novio”, este la recibió como si le hubieran anunciado su aplazo en algún examen, quedó mudo y serio.
Pero no tardó en reaccionar e increpar a Mariana: “¡Cómo no tomaste precauciones! Conmigo no cuentes, yo debo terminar mi carrera. Esto me pasa por llevarte el apunte; no fuiste capaz de actuar como una chica moderada y madura”.
Mariana no podía creer lo que escuchaba: “¡Que tus padres no pretendan exigirme que me case contigo! Ahora lo nuestro terminó por tu culpa. ¡Qué chiquilinada!”.
Aquel joven de quien se enamoró, ¿quién era?; ¿por qué había actuado así con ella? ¿Dónde quedaron tantas palabras, besos y caricias, promesas y juramentos?
Mariana rompió a llorar desconsoladamente mientras él continuaba diciéndole: “No pienses arruinar mi vida con un matrimonio que no está en mis planes”.
Aquella fue la última tarde que estuvieron juntos. El joven desapareció del ambiente que frecuentaba y no se hizo encontrar más en su casa.
Mariana confesó a sus padres la situación por la que estaba atravesando. Fue un momento duro y desgarrador para ellos y para ella.
Pero el verdadero amor que sus padres le tenían hizo que ellos la comprendieran y le prometieran todo el apoyo ante la dura experiencia, cuyas consecuencias debía asumir. Sus padres entendieron que la vida del nuevo ser y la situación de su hija era lo más importante.
Mariana tuvo a su bebé y renunció a vivir lo propio de la vida de una chica de su edad. Continuó sus estudios, pero le fue difícil creer en otro joven.
El tiempo y la reflexión ante los acontecimientos de su vida y su hijo le fueron devolviendo la confianza.
Como mujer y madre soltera fue descubriendo a lo largo de los años que ella valía mucho. Y volvió a confiar, conoció a otro muchacho. Con él fue diferente; los dos eran maduros porque el amor fue el marco de toda su relación. Esto le devolvió a Mariana la ilusión de amar y ser amada sin egoísmos ni mentiras.
¿Cuál es el sentido de nuestra sexualidad?
Somos seres sexuados, y la sexualidad es la dimensión masculina y femenina que determina nuestra personalidad desde el momento de nuestra concepción y a lo largo de todo nuestro proceso de desarrollo.
Todas las relaciones humanas son sexuales porque la sexualidad es el modo de ser y estar del hombre en el mundo, ya sea como varón o como mujer, y cualquiera de estas formas de ser y existir es tan buena como la otra, ninguna es superior ni inferior a la otra.
Por eso, no debemos concebir, por ejemplo, una moral distinta para el varón que sea más permisiva y otra más rigurosa para la mujer.
Fuente: Diario ABC Color