sábado, 5 de mayo de 2007

Educación Familiar y Desarrollo Personal


Hoy existe una aparente preocupación por el contexto donde se desarrolla la persona y de cómo se descubre ella en ese contexto. Sin embargo, si miramos nuestro entorno, nos damos cuenta de que gran parte de la preocupación educativa se centra en detectar las demandas sociales, políticas y económicas, a las cuales se considera que debe responder la escuela. Entonces ¿cuál es la idea de persona que tenemos?

Haciendo un análisis rápido podríamos pensar que la persona es producto de las estructuras sociales y económicas. ¿Pero será esta visión de persona la que dará sentido a su acción en el mundo?

Si esto fuera real, nuestra visión de persona entonces se halla degradada, es decir hemos perdido de vista el sentido personal, aunque paradójicamente pregonemos sobre su dignidad, sus derechos y su valor.

Estamos frente a la devaluación de la persona. Nuestra primera reflexión tiene un soporte más claro en el análisis que realiza González de Cardenal, cuando nos muestra algunos aspectos que han incidido en el pensamiento y la práctica social de la persona que afirma que “se resquebrajó la racionalidad en el ser humano y que le confiere primacía a la inmediatez sobre la reflexión, a la apariencia sobre la realidad, al opinar sobre el razonar”.

También se ha resquebrajado su sentido de trascendencia que lo muestra con una actitud cerrada a alejada de su propia subjetividad.

Esta pérdida del sentido personal nos muestra la necesidad de un proceso de personalización, para lo cual se requiere de la presencia de valores que den sentido a la educación tomando como centro a la persona.

Es importante un proceso de crecimiento que busque la realización personal mediante opciones libres y creativas en interacción con la realidad circundante y desde una posición más autónoma.

J.A. Walgrave remarca esta necesidad diciendo: “la persona verdaderamente personalizada sabe lo que piensa; tiene convicciones sólidas. Sabe lo que quiere; permanece fiel a sí mismo. Emplea todas las fuerzas de que dispone para realizar el proyecto de su ser. No cambia de la noche a la mañana. La impresión que nos da es de fortaleza, de claridad, de precisión. Además, no se pierde en la masa. No se deja seducir por el prestigio. Es verdaderamente independiente, es alguien que obra por sí mismo, en posesión de sí mismo con toda su capacidad y su fuerza; alguien que tiene dominio de sí y que sigue siendo lo que es, fiel a sus convicciones, a su ideal, a su plan de vida, a pesar de sus diferentes estados de ánimo, de sus emociones transitorias, de sus impulsos naturales; sean cuales fueren las reacciones de los demás, los cambios de la opinión pública o la evolución de las circunstancias. Está por encima de las fuerzas de la naturaleza en sí mismo; tiene las riendas en sus manos, ve claro, domina la situación, se sirve de los medios, sabe dirigir, Se mantiene igualmente por encima del juego incierto del mundo. Es independiente, libre, concentrado en su propia fuerza, es y sigue siendo él mismo”.

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