miércoles, 25 de enero de 2012

Sobre el miedo a perder

Cuantas cosas perdemos por miedo a perder...

domingo, 22 de enero de 2012

Elogio de los árboles


Un libro clásico de Jean Giono, publicado hace varias décadas, mueve a la reflexión de Mario Casartelli sobre el futuro del planeta Tierra.

Correo Semanal

Mario Casartelli

Escritor-homerobach@hotmail.com

Hay unos versos de Jorge Teiller que no me canso de citar: "Y nunca olvides que las ciudades no son sino accidentes que no prevalecerán frente a los árboles". Aunque esas cosas las sabemos, nuestra memoria se embota y tiende a olvidar. Y, como siempre --o casi siempre--, reaccionamos cuando ya es tarde.

Un pequeño libro extraordinario, El hombre que plantaba árboles, del escritor francés Jean Giono (1895-1970), narra en pocas páginas la historia de un hombre que se pasó la vida haciendo lo que señala el título, y, gracias a ello, sin que el protagonista lo supiera (porque murió antes de verlo) aquellos incontables árboles que crecieron bajo su cuidado salvaron zonas donde las guerras no hicieron sino devastaciones. Fue escrito a mediados del siglo XX, pero sus planteamientos tienen vigencia asombrosa ante los desajustes ecológicos que hoy sacuden nuestro planeta.

Aun queriendo evitar sombríos vaticinios, es imposible ignorar que pesa sobre nosotros una feroz amenaza. No son casuales las crecientes olas de calor que en las últimas décadas sacuden la Tierra. Ya connotados científicos advierten, desde hace tiempo, que a finales de este siglo la temperatura subiría 5 grados por encima de la actual. Y tal hecho lo vamos comprobando.

El lucro: La causante

En Paraguay sabemos --aunque aún no somos conscientes de ello-- de la depredación incesante de nuestros bosques, causada por el desenfrenado lucro de la codicia humana. También sabemos del tendal de árboles heridos de muerte para dar paso a vastos campos de soja regados con productos químicos, que por mala aplicación se vuelven tóxicos para los seres humanos, y de las víctimas con cáncer o mutaciones genéticas, registradas con nombres y apellidos. Sin embargo, seguimos como si nada, como si no necesitásemos de árboles.

Cuando un amigo y colega (poeta y periodista), sabedor de estas inquietudes, me visita portando algún libro o pequeños brotes de hierba, aspiro agradecido ese verdor, pero también imagino el retumbar del suelo ante la caída estrepitosa de árboles que durante décadas siguen muriendo ante la impunidad que rodea a sus taladores. Entonces siento que ese pequeño obsequio fraterno que llega a mi casa es un símbolo de vida. Vida de árboles, vida de nuestras vidas. Y en mis adentros brotan flores de agradecimiento. Gracias a ello tengo en mi patio un cada vez más creciente árbol de canela y otro de moringa, que me complazco en regar cada mañana, del mismo modo que lo hago con mi lista numerosa de verdores.

Un diminuto clima local

¿Cómo olvidar, entonces, las palabras del ecologista español Joaquín Araújo: "Se nos anda olvidando que respiramos el alma verde de los árboles. La transparencia que nos anima por dentro es, en efecto, la tarea lograda por los bosques. Cada árbol es un diminuto clima local. Plantar árboles es además cultura, porque los bosques han publicado todos los libros. Porque casi todos los campos cultivados fueron tierra de arboleda. Porque la palabra agricultura fue la que fundó el término cultura. O, mejor aún, sobre los suelos que primero construyeron el árbol, luego los humanos crearon civilizaciones"?

Y pensar que con árboles podemos sembrar la esperanza de sanar el planeta. Pero hacemos --repito-- lo contrario. Como si no necesitásemos de árboles. Como si no respirásemos ese verdor vital que purifica el aire enrarecido. Como si de los árboles no se hiciesen los papeles de los diarios que solemos leer. ¿Será por eso que en nuestro país no existe un solo periódico cuadernillo o suplemento semanal sobre temas ecológicos? Abordar ese tema como corresponde obligaría a reflexionar a fondo sobre las consecuencias de la devastación forestal. "Los sojales dan trabajo a muchos", responde una voz interesada. "Nadie tira contra su propio arco", agrega la jerga apresurada. Pero ambas ignoran u olvidan que la falta de árboles es la más precisa forma de jugar en contra de todos, porque a la larga nadie sale ileso de sus resultados. Ricos y pobres, negros y blancos, todos vamos a parar bajo el mismo sol cada vez más calcinante.

Así esos puntos se abordan de paso, bajo la batuta rítmica de lo mediático, que es ajena a los criterios éticos que conducen a beneficiar en forma equitativa a toda la humanidad, mientras la rea l i dad camina con otro ritmo y en el horizonte no se advierten sino cada vez más pequeños halos de esperanza. ¿Es ese el tipo de planeta que estamos dejando a nuestros descendientes?

Claro, en nuestro país también hay zonas donde la arborización cobra cada vez mayor vigor, como en Atyrá o en Lambaré. Pero no basta con eso. Hay que seguir plantando árboles, aquí y allá y más allá. Y si los recuperamos, los cambios climáticos volverán a ser favorables. "Porque --como dice Araújo-- el árbol, en pie, vivaz y, como siempre, con sus enormes brazos abiertos, es equivalente a un fármaco prodigioso". De eso supieron nuestros mayores, nuestros indígenas, nuestros campesinos. Salvemos a los árboles. Salvémonos.

* Lo que dijo José Saramago

Imagino que Jean Giono habrá plantado no pocos árboles durante su vida. Sólo quien cavó la tierra para acomodar una raíz o una esperanza de que venga a serlo podría haber escrito la singularísima narrativa que es El hombre que plantaba árboles, una indiscutible obra maestra del arte de contar. Claro que para que tal cosa sucediese era necesario que existiese un Jean Giono, pero esa condición básica, afortunadamente para todos nosotros, era ya un dato adquirido y confirmado: el autor existía, lo que faltaba era que se pusiese a escribir la obra. También faltaba que el tiempo transcurriese, que la vejez se presentara para decir: "Aquí estoy", pues tal vez solo con una edad avanzada, como ya entonces era la de Giono, es posible escribir con los colores de lo real físico, como él lo hizo, una historia concebida en lo más secreto de la elaboración de ficción. El plantador de árboles Elzéard Bouffier, que nunca existió, es simplemente un personaje construido con los dos ingredientes mágicos de la creación literaria, el papel y la tinta con que en él se escribe. Y con todo, acabamos conociéndolo a la primera referencia que de él se hace, como alguien a quien estuviéramos esperando hace mucho tiempo. Plantó miles de árboles en los Alpes franceses, después esos miles, por acción de la propia naturaleza así ayudada, se multiplicaron en millones; con ellos regresaron las aves, regresaron los animales de los bosques, regresó el agua, allí donde no había nada más que secano. En verdad, estamos esperando la aparición de unos cuantos Elzéard Bouffier reales. Antes de que sea demasiado tarde para el mundo.

* Así escribía Jean Giono

La creación estaba en el aire, por doquiera, se veía como si la sucesión estuviera tomando su propio camino. Él no se preocupaba, se ocupaba. Perseguía obstinadamente su objetivo. Era tan simple como eso. Al descender por el poblado, pude ver agua correr en los arroyos que en la memoria de los hombres habían estado siempre secos. Era la más extraordinaria reacción en cadena la que este hombre me había dado la oportunidad de presenciar. Estos arroyos secos que en tiempos muy antiguos habían llevado agua, habían vuelto a florecer. Algunos de estos tristes poblados, de los que había comentado al comienzo de mi relato, estaban construidos sobre edificios de antiguas ciudades galo-romanas, donde aún quedaban algunos trazos de estas antiguas culturas. Ahí, los arqueólogos habían encontrado anzuelos de pesca, en lo que en tiempos más recientes habían sido cisternas para abastecer de un poco de agua a estos secos lugares.

El viento dispersaba también algunas semillas. Al mismo tiempo que el agua reapareció, reaparecieron los sauces, las enredaderas, los prados, los jardines, las flores y positivas razones para vivir. Realmente la transformación había tenido lugar de manera tan paulatina que había penetrado y se había instalado en la costumbre sin provocar ningún sobresalto o sorpresa. Los cazadores que subían a la soledad de las montañas para perseguir liebres o jabalíes habían constatado también la presencia de pequeños árboles. Sin embargo, atribuían los cambios a los procesos naturales de la tierra. Esta era la razón por la que nadie había tocado su obra, porque nadie en absoluto había llegado a estar en contacto con este hombre. Era insólito. ¿Quién podría imaginar que en estos poblados y administraciones existiera alguien con tal obstinación y poseedor de una generosidad extrema, que llegase al punto de ser sublime?

jueves, 19 de enero de 2012

Sobre la Amistad



Un Hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.

Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…).

La carretera era muy larga y colina arriba el sol era muy intenso; ellos estaban sudados y sedientos.

En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

Buenos días.

Buenos días - Respondió el guardián

¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

Esto es el Cielo.

Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!

Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.

Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

Lo siento mucho – Dijo el guardián – pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles…

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

Buenos días – dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo

Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.

Podéis beber toda el agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

El caminante volvió atrás para dar gracias al hombre

Podéis volver siempre que queráis – le respondió éste.

A propósito ¿Cómo se llama este lugar? – preguntó el hombre.

CIELO.

¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.

Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.

De ninguna manera! – increpó el hombre,

En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

Paulo Coelho.


Jamás abandones a tus verdaderos Amigos aunque eso te produzca inconvenientes personales.

Si ellos han estado dándote su amor y compañía has contraído una deuda: “No abandonarlos nunca”.

Porque:

Hacer un Amigo es una Gracia.

Tener un Amigo es un Don.

Conservar un Amigo es una Virtud,

Ser Tu Amigo Es un Honor…mu


Fuente: email enviado por Ramón Rojas Huaroto

martes, 10 de enero de 2012

Con el lema de entretener y educar se puso en marcha “Escuelas Abiertas”





Recrear así como educar durante estas vacaciones es el fin de “Escuelas Abiertas”, que se inició oficialmente ayer en unas 300 instituciones educativas de todo el país. Deportes, danza y teatro además de cursos prácticos como peluquería, oratoria y locución, son algunas de las actividades que este programa ofrece hasta el 31 de enero a niños y adolescentes.

“Vine con mi hermanito, pero pienso avisarle a todos mis vecinos que no saben”, dijo a La Nación Ignacio González (9), alumno del Centro Educativo Jesús de Villa Elisa, mientras dejaba que le pinten la cara de divertidos colores. Así como Ignacio, varios niños se acercaron ayer a las diferentes instituciones educativas habilitadas durante este verano en el marco del programa “Escuelas Abiertas”.

Entretener y educar

“Buscamos que tanto niños como adolescentes sean parte de esta actividad, que no simplemente busca entretener a nuestros niños, sino también educarlos en temas como medio ambiente y otros temas sociales”, comentó al respecto Vidal Vázquez, titular del Viceministerio de la Juventud (VMJ).

Vázquez, que participó con otras autoridades del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en la apertura oficial de las actividades, realizado en el Colegio Técnico Carlos Balmelli de Villa Elisa, explicó también que “mediante esta actividad se busca que niños y adolescentes sean parte activa de los espacios”.

Salome Chaparro Arias, directora del colegio, explicó por su parte que “estamos preparando varias actividades deportivas como fútbol y hambol así como también teatro y danza”.

La responsable de la institución educativa dijo además que los cursos prácticos como manualidades, oratoria y locución también forman parte de las actividades programadas para los chicos. “Muchos se están acercando para ver de qué se trata. Esperamos contar con la participación de los alumnos de la zona”, señaló.

Para conocer las instituciones habilitadas durante este verano, se puede marcar desde un Tigo el *410# + send de manera gratuita.


Imagen de archivo. Actividad de ajedrez educativo en las escuelas abiertas. Año 2011

lunes, 9 de enero de 2012

Otra educación es necesaria


Fuente: Diario ABC Color

Días pasados reflexioné sobre la grave amputación que sufre la educación tal como se desarrolla nuestro sistema educativo. Hablamos de educar a todo el ser humano y lo hacemos prescindiendo totalmente de su esencial dimensión espiritual.

Hoy quiero seguir demostrando la necesidad que tenemos de reformar radicalmente la educación y revisar a fondo la antropología, la filosofía y la psicología que subyacen a nuestros currículos y programas, porque no solo no incorporamos la dimensión espiritual de toda persona, sino que además estamos dando la espalda a su interioridad.

Pretendemos desarrollar valores, incluso ética, promovemos la creatividad y los introducimos en la filosofía y la psicología para que aprendan a reflexionar, se conozcan a sí mismos, puedan comprender mejor a los demás y sus maneras de pensar y reaccionar, pero no enseñamos a descubrir y cultivar la fuente de todo eso, que es su mundo interior. En nuestros programas educativos no aparece ni por las tapas la “pedagogía de la interioridad”. Se nos va el tiempo y el esfuerzo en darles herramientas y equiparlos para que por medio de las ciencias y las letras puedan conocer e interpretar la realidad, la historia, etc… pero no les enseñamos a mirar a sus conciencias, a su mundo íntimo, a toda su interioridad.

Algunos colegios, por propia iniciativa y por distintas motivaciones, les ayudan con clases de orientación, otros incorporan clases y algunas actividades de religión, pero apuntan más bien a lograr mejores comportamientos y no suelen enseñarles a identificar, alimentar y “beber en el propio pozo” de su vida interior.

El núcleo germinal donde se construye la persona y su personalidad es el núcleo de la interioridad, sobre todo el núcleo de lo más profundo de la conciencia, que va creciendo y alcanzando sucesivamente metas superiores en el recorrido de diversos estadios o etapas de su formación, hasta llegar a la madurez de la conciencia total.

Sin vida interior, la vida exterior es superficial e intrascendente. Depende de los estímulos con que la persona se tropieza o busca para huir del vacío que siente. La vida difícilmente tiene sentido, menos aún sentido último. El amor se hace, no se encarna ni se proyecta en la intimidad de la pareja y de las otras personas amadas en múltiples formas de amor. El pensamiento no tiene peso propio, es voluble, se monta sobre tópicos e ideas prestadas, no sobre convicciones profundas íntimamente trabadas en coherencia con todo el ser. Los sentimientos son efímeros y frecuentemente no llegan a instalarse como sentimientos, sino que pasan aceleradamente de emoción en emoción. Las necesidades son ansiosamente vivenciadas y en vez de transformarse en motivaciones inteligentes, quedan acumuladas como angustias y carencias. El trabajo sin vida interior es rutina y en vez de quedar marcado con la impronta personal y de ser colaboración personalísima e intransferible cargada como don y entrega del ser, se realiza funcionalmente, incoloro e insípido.

Un turista pasaba junto a una obra de construcción edilicia. Por la extensión marcada se trataba sin duda de una obra para edificio grande. Observó a un albañil cavando cimientos profundos y le preguntó: ¿Qué está haciendo? El obrero respondió: No lo ve. Estoy haciendo cimientos. Más adelante vio a otro que hacía el mismo trabajo y volvió a preguntar: ¿Qué está haciendo? Y le respondió: Estoy ganando el pan para mi familia. Y continuó observando y más adelante vio a otro tercero que también preparaba cimientos. Le preguntó: ¿Qué está haciendo? Y le respondió: Estoy haciendo una obra importante para la comunidad y para Dios. Esto va a ser una catedral.

Los tres hacían lo mismo. El primero lo hacía como una pieza más de las máquinas que le rodeaban. Funcionaba. El segundo, estaba trabajando con entusiasmo porque llevaba el sustento para sus seres más queridos. El tercero había encontrado en su conciencia un sentido más profundo y trascendente al mismo trabajo.

Tres maneras de vivir el mismo trabajo, tres maneras de darle sentido a su esfuerzo y a su entrega con el sudor de su frente.

Sin educación de la interioridad, sin vida interior somos manipulables, vivimos masificados sin relieve personal, somos piezas de la máquina de un mundo que nos usa y manosea.

jmontero@conexion.com.py

domingo, 8 de enero de 2012

Valores para vivir con paz y alegría

Fuente; ABC Color

“Al ser le gusta la paz, el respeto, el amor”, afirma Michel Simon, quien es coordinador de la Universidad Espiritual Brahma Kumaris en Serbia. Por eso, define, fomentar buenos valores y sentimientos en nosotros mismos, viviéndolos en acción, nos promueve hacia la felicidad, contagiándola en nuestro entorno.

El motor de la vida de todo ser humano tiene relación con cuatro aspectos fundamentales:

* Identidad
* Seguridad
* Pertenencia (grupo, comunidad de pensamiento, ideas compartidas)
* Metas (razón de ser, motivo de vivir en esta vida).

Así lo define Michel Simon, quien es coordinador de la Universidad Espiritual Brahma Kumaris en Serbia, que se encuentra en nuestro país dirigiendo un retiro sobre el tema “Restableciendo tu grandeza espiritual”, en la casa de retiros Marianela de Atyrá, apoyado por el director de esta organización en el país, Antoine Ducrot Luces.

Acerca de cómo restablecer la grandeza espiritual, el entrevistado remarca que “la paz es el primer paso para ser poderoso”.

Simon advierte que, “siendo espiritual, no se siente la angustia de la vida, sino que cada día se dedica a vivir una experiencia”.

Define que “cuando acudimos frente a los otros con valores, y una experiencia en ellos (acción), eso abre las puertas de la mente para que los otros me escuchen y cooperen conmigo”.

Sostiene que la solución para cualquier dificultad, conflicto, problema “es utilizar los valores con claridad, realidad, entendimiento, lejos de la ira, del enojo, con paz. Si tú te expresas con ira, violencia, tú alimentarás eso en ti, en los otros y en el mundo”. De ahí que un mensaje desde Brahma Kumaris es que “el cambio comienza en ti”, al igual que una idea fundamental es “la paz comienza dentro de nosotros”.

Remarca Simon que “al ser le gustan la paz, el respeto, el amor. Y es verdad que para crear este cambio se necesita paciencia, porque en un mundo de competición, oposición, conflictos, ego, es muy difícil de aceptar y ayudar a los otros. Usualmente, para enfrentar esas realidades debo mantener mi propio esfuerzo”.

Ratifica que “lo espiritual es ser en movimiento, en acción, en actividad, porque la vida es movimiento. La actitud espiritual es de mover; yo desarrollo y fomento mi posición con mis actividades”.

Precisamente al vivir en un mundo de confusión, peleas, envidia, conflictos, si cada uno de nosotros fomenta la paz que lleva en su interior y la exterioriza, puede lograrse un ambiente de mayor concordia.

En cuanto a la felicidad, dice que ella está en nosotros. “Somos seres de energía positiva. La felicidad es el resultado del accionar con base en los valores. Si paso un día con paz, eso me brinda felicidad. Si hablamos de éxito, este puede ser cualquiera. Si hoy voy al trabajo y lo hago bien, al fin del día estoy contento, feliz de haber cumplido con mi misión diaria, sin problemas, con éxito. A nivel espiritual, transformar debilidades me hace sentir feliz. Cambiar defectos, desarrollar buenas relaciones con otros seres humanos, poder dar felicidad a los demás, también me brindan felicidad”, agrega.

Entiende que desde la espiritualidad hay muchas maneras de definir un valor. “Por ejemplo, entender la felicidad desde lo material es muy limitado. Comprarme una ropa puede alegrarme al momento de hacerlo, y ello podrá durar uno o dos días, pero no más”, comenta.

Advierte que muchas personas se manejan con sustitutos. “Si algo me falta adentro, lo sustituyo comprando, pero eso no da la felicidad”, dice Simon.